Ella no pedía perdón. No era la clase de persona que asumía un error y pedía disculpas. Siempre encontraba otro culpable para sus defectos y mérito propio en sus aciertos.
A veces sospechaba que había traspado la raya. Su forma de pedir disculpas era nada más que acercarse y hacer un gesto cariñoso durante unos segundos. Ni una palabra. Y si escuchaba una respuesta fuera de tono entonces pasaba ella a ser la ofendida.
Y sin embargo, él la ama.