Vio que ella se sentó a su lado. No habrá más plazas libres, pensó. No hay otro motivo por el que decidiera sentarse junto a mi. Antes de que lo hiciera le dio tiempo a examinarla: una chica más joven que él, con gafas de sol marrones y una blusa blanca. Es una suerte que haga tanto calor, pensó.
El autobús volvió a arrancar y se puso en camino. Lento, con muchas paradas. Se atrevió a decirle:
– Hace calor hoy, eh.- Y esbozó una sonrisa. No quería que ella pensara mal de él.
– Eh.. si.- Ella también sonrió, pero pronto devolvió su mirada al teléfono móvil con el que jugaba.
– Si, pero está nublado. Seguro que esta noche habrá tormenta.
– No creo, las nubes no son tan negras.
A él siempre le pareció absurdo hablar del tiempo y lamentó haber recurrido a un tema tan típico.
– Este bus siempre va bastante lleno.
Ella apenas levantó la mirada del móvil.
– Si…
Él se avergonzó por haber empezado a hablar con ellla y decidió seguir callado el resto del viaje.
Más adelante, el chico se bajó en una parada y la chica quedó sola.
– Ya se ha marchado, qué tonta, era un buen chico.- Escribió en su móvil.
– Lo has dejado marchar por tímida, tenías que haber hablado más con él. – Su amiga le respondió al mensaje.
– Ya, pero qué vergüenza, no sabía qué decirle.
– Quizás algún día te lo vuelvas a encontrar.
– Ojalá.
Cuando llegó a casa volvió a entrarle esa depresión. No podía evitarlo. Ver su casa en silencio y con las luces apagadas le hacía sentirse aun más sola. No podía sacarse a aquel chico de la cabeza. Cenó algo rápido y se acostó en el sofá para ver la televisión toda la noche, hasta que se quedó dormida con el mando a distancia en la mano.
A media noche un trueno la despertó. Había empezado una tormenta.