Qué peligroso es vivir con miedo. Ese miedo a nada, el miedo interno a que ocurra algo. Él tenía ese problema. Vivía con miedo. Cada vez que hacía algo pensaba si eso podría molestar o alguien le podría decir algo por ello. Entonces decidía no hacerlo, por si acaso. Por miedo, no fuera ser que alguien le dijera algo.
Y cuando se quiso dar cuenta, el miedo le había consumido. Había dejado de hacer cosas. Había dejado de hablar y participar en conversaciones. Había dejado sus aficiones y sus amigos. Todo por si acaso, porque en su cabeza inventaba historias donde siempre había alguien que se sentía molesto por lo que hacía. Y como evitar los enfrentamientos estaba en sus genes, prefería ir por la calle de enmedio y no hacer nada.
Aunque seguía vivo, ya estaba muerto.