Estábamos en una selva con signos claros de cansancio y hambruna por lo que probablemente llevaríamos bastante tiempo perdidos en esa especie de isla. Éramos dos personas: una de las personas con las que paso más tiempo y yo mismo.
Después de mucho caminar llegamos a un río que parecía meterse a través de una cueva. La visibilidad era bastante mala y mi compañero no quería meterse, pero yo insistí. Recuerdo que tenía que agacharme y pasar por un pasillo bastante estrecho donde apenas cabía el caudal del río. Pero al final del todo se veía una luz. Y llegué a hasta ella para ver que era un acantilado, una especie de catarata que salía desde esa cueva. Pero al fondo había un río más grande, o un lago, no lo recuerdo bien. Y allí había gente. Era el equipo de rescate. Recuerdo que me volví y le grité a mi compañero que allí estaba el equipo de rescate, que ya estábamos salvados.
Volví a mirar y allí estaba ella. La reconocí por su pelo castaño, o casi rubio como decía ella. Tenía los brazos abiertos, me miraba y me gritaba: salta, que yo te recojo, mientras decía mi nombre.