En la mesa, la cena ya había terminado. Botellas vacías, restos de tarta y migas de pan compartían escenario en una obra de teatro ya terminada. Las mujeres se habían levantado para ir a una habitación para hablar sobre ropa, vestidos, bodas… Ahora en la cocina ya solo quedaban ellos, los cinco chicos y el abuelo, el del cumpleaños.
Ahora se le veía feliz, todos veíamos en su rostro las innumerables arrugas de una vida de tanta alegría como trabajo. A él lo que más le gustaba era hablar y contar sus historias de joven, y hoy todos le escuchábamos con interés, aunque no entendiéramos lo que nos estaba contando.
Mientras el abuelo contaba sus historias, Xoan miraba como todos escuchaban con atención y sonreían cuando él también lo hacía. Al abuelo se le veía emocionado por tener una ocasión en la que poder hablar con la gente que quería.
Y es que a lo largo de un año hay muchas fechas señaladas, pero hay pocas tan emotivas como el cumpleaños de un abuelo.