La música sonaba desde el salón para toda la casa. Él tatareaba lo poco que sabía de la letra mientras salía de la ducha con la toalla a la cintura. Cuando preparaba la espuma para afeitarse, logró escuchar el teléfono quejándose detrás de la canción. Fue corriendo al salón y apagó la radio.
– Verás… es que hoy no me apetece mucho.
– Claro, no te preocupes. Otro día.
Volvió al baño y guardó la espuma y la cuchilla de afeitar. Ahora en la casa descansaba el silencio. Levantó la vista para verse en el espejo.
– Eres un idiota…
pues si, eres un idiota, como tu mismo dices. no se puede ser tan inseguro.
Ella anuló la cita.>Él dijo que no se preocupase.