El laberinto parecía mostrar una salida al exterior detrás de cada puerta. El grupo de jóvenes se aproximó a una pared donde había dos puertas, una a cada lado.
─ ¿A dónde vamos?─ Dijo uno.
─ Vayamos por la derecha, creo que antes vinimos por aquí.─ Dijo otro, y los demás le siguieron.
Al pasar la puerta llegaron a una esquina. El que iba primero se asomó y vio a uno de esos zombies que deambulaban por los pasillos. ¿Quién los había puesto ahí? ¿Dónde estaban? Los zombies parecían inofensivos aunque su aspecto físico era bastante aterrador.
La isla estaba desierta, no era muy grande. A un lado había una playa. Al otro, unas rocas. En el medio, un gran puente que lleva a ninguna parte. Tres personas. Ella, en las rocas. Ellos, encima del puente; y la marea que subía.
─ ¡Llama a tu madre! ¡Dile que venga a buscarnos!─ Le gritaba uno de los chicos desde el puente, mientras observaba cómo la marea iba ocultando cada vez más rocas, dejándola a ella sin opciones para moverse.
Decidieron bajar del puente.
Los sueños son las imágenes de nuestros pensamientos e inquietudes. Laberintos, puentes sin fin, la marea que sube y nos agobia… todo tiene su hermano gemelo en la realidad.