Por fin se iba a terminar el sufrimiento y las discusiones. Voy a dejar de discutir con vosotros y de daros problemas. Sis os quejais de mi existencia, no os preocupéis. Dejaré de existir. Se terminaron los problemas y las noches sin dormir.
Ni si quiera os voy a escribir una carta de despedida. No os la merecéis. Me habéis ganado. Durante años me habéis presionado para que fuera como vosotroso quereis que sea, y eso ha marcado mi destino hacia el suicidio. Malditos.
La horca ya está cercando mi cuello y la silla a punto de caerse. Sólo me balanceo un poco… y la silla se desplaza. Me ahogo. El oxígeno y la sangre se atoran y mi cuerpo se va quedando sin combustible. Es el fin. Viene la oscuridad y cierro los ojos. Me voy. Habéis ganado.
No. No os daré ese placer. Abro los ojos y me balanceo. Apoyo levemente mi pie sobre la mesa y el oxígeno y la sangre vuelven a pasar durante unos segundos antes que me vuelva a caer. El tirón es casi mortal. No me ganaréis. Me sigo balanceando hasta que me apoyo completamente en la mesa y me quito la cuerda del cuello. La noche es larga, y tengo mucho que demostrar.
Las noches oscuras lo son mucho más en las habitaciones pequeñas y vacías de personas y muebles. No debemos contar con que alguien nos va a empujar para sacarnos de la presión de una horca, si no que nosotros mismos tenemos que mover nuestro coraje para salir del pozo.